La puerta de la Alpujarra (1924)

A partir de 1924 la familia de Federico García Lorca comienza sus estancias estivales en La Alpujarra donde tantas sugestiones recibió el poeta. Federico García Rodríguez y sus cuatro hijos acompañaban, cuando sus compromisos se lo permitían, a su madre, Vicenta Lorca, durante las dos semanas en que trataba sus cólicos hepáticos con las aguas medicinales del Balneario de Lanjarón. Lorca interrumpía sus trabajos en Madrid para acompañar a los suyos y, de camino, escribir poemas, hacer dibujos y contestar las cartas de los amigos. En aquel espacio sosegado Federico escribió al menos dos poemas que en 1928 aparecerían en la primera edición del Romancero gitano, un libro que le supuso su consagración popular, pero, al mismo tiempo, el desprecio de amigos como Buñuel o Dalí, más interesados en las tentativas experimentales que habían ensayado en la Residencia de Estudiantes. O ideó poemas llenos de guasa paródica como En Málaga, perteneciente a la serie Eros con bastón de Canciones, y donde aparece la “suntuosa Leonarda”, una mujer “aún joven, grande, más bien gruesa y bellísima” residente en El Limonar (Málaga) que conoció en el balneario.

Federico en Lanjarón en 1927 en la fuente de los Caños
Federico en Lanjarón en 1927 en la fuente de los Caños. / Foto: Fundación FGL

En Lanjarón ultimó buena parte de los dibujos que le requirió el crítico de arte catalán Sebastián Gasch, colaborador de la revista L´Amics de les Arts, para la primera y única exposición que hizo Federico en la galería de arte Dalmau. “En cuanto cojo la pluma para dibujar”, escribe a Gasch desde el Hotel España de Lanjarón, “me vuelvo de lo más abstracto que existe. Tengo horror a lo anecdótico”. Dibujos como los titulados Cleopatra, Ecce homo de escuela española, Brisa de mar, Venusómetro y Poema del anzuelo, además de un San Sebastián inspirado en la iconografía del patrón del pueblo, fueron trazados en Lanjarón en 1927.

La atracción por la abrupta y pintoresca comarca granadina de La Alpujarra la compartió con otros ilustres amigos, como Manuel de Falla, con quien recorrió otras poblaciones para recoger muestra del folclore. Las excursiones también alcanzaron la comarca de Guadix.

Buena parte de la correspondencia con Anna María Dalí está datada en Lanjarón, incluido el cuento El Mediterráneo es uno e indivisible, que forma parte de la correspondencia.