Primer romancero gitano 1924-1927 (en cubierta Romancero gitano) reúne 18 romances que mezclan lo narrativo y lo lírico, donde destaca el uso de la metáfora asombrosa y la personificación de elementos inanimados. Están protagonizados por el mundo de los gitanos casi todos, aunque la temática que subyace es la misma de toda su obra: la frustración amorosa, la muerte, etcétera. A los 15 primeros, se añaden 3 composiciones llamadas Romances históricos que se alejan algo del tema de la pena negra granadina o andaluza.
Son poemas escritos entre 1924 y 1927. El libro se publica en 1928, en las Ediciones de la Revista de Occidente. El éxito fue inmediato. El libro era bastante conocido antes de su publicación por las numerosas lecturas que Lorca había hecho de los romances. Los ejemplares se agotaron enseguida. Se trataba de una edición en pequeño formato, de 149 páginas. La cubierta era del propio autor. El título era Romancero gitano (seguramente porque encajaba mejor con la composición), aunque en la portadilla aparecía como Primer romancero gitano. Tanto en la cubierta como en la portadilla aparecen las fechas 1924-1927. En 1929 habrá una segunda edición, también en Revista de Occidente, de tamaño algo mayor, con la misma cubierta y tipografía. La tercera edición sale en Buenos Aires, en la revista Sur, en diciembre de 1933. La cuarta es una tirada a partir de la tercera, cien ejemplares de lujo. La tercera y la cuarta están algo revisadas por el autor. La quinta sale en Espasa-Calpe en la primavera de 1935. Reproduce la de Sur, con algunas correcciones de puntuación. En 1935 también nos encontramos con la sexta edición en Espasa-Calpe, reimpresión de la quinta. En 1936 saldrá la séptima y última en vida del autor, reimpresión de la sexta.
Influencia de todo el folclore infantil de la Vega de Granada, de las canciones de corro o rondones. En Romance de la luna, luna, por ejemplo, encontramos recogidos “el aire la vela, vela,/ el aire la está velando” versos procedentes de una de estas canciones.
Su vinculación con el mundo gitano tiene que ver, además de con la influencia de Falla, con su origen, Fuente Vaqueros y Granada.
Empieza a componer el libro en 1924, tras su indagación en el alma y el cante andaluces para el Concurso de Cante Jondo de 1922. Por estas fechas, Federico alternaba su estancia en la Residencia de Estudiantes, en Madrid, con su vida en Granada, sus veranos en Asquerosa y una estancia corta en Lanjarón a acompañar a su madre a tomar las aguas.
El verano de 1924, en julio, comienza un cuaderno con ese título, Romancero gitano, en el que copia en primer lugar el Romance de la luna, luna, escrito un año antes. En otras páginas, el 30 de julio, añade el Romance de la pena negra y el 20 de agosto La monja gitana (sin título). También de agosto es el Romance sonámbulo y, quizá, el Romance de la Guardia Civil.
Varios son los romances de ambientación granadina. Se pueden vincular con el Albaicín el Romance de la luna, luna y La monja gitana. El Romance sonámbulo tiene relación con la Alhambra y el Romance de la pena negra con el Sacromonte.
San Miguel supone un desafío a la burguesía granadina. Está ambientado en la romería que el 29 de septiembre tiene lugar en el cerro de San Miguel o del Aceituno (detrás del Albaicín) y en la ermita dedicada al arcángel. El culto al santo está en las canciones populares. En el poema aparecen alusiones a la romería y a la costumbre que existía de regalarse los enamorados este día girasoles o castañas, así como a la talla del santo (de 1675, de Bernardo Francisco de la Mora), una imagen andrógina que da pie a la descripción que se hace en el romance de una especie de patrón gay de Granada.
El Romance de la Guardia Civil española está inspirado en una escena real que Lorca vivió. En Granada, eran frecuentes los conflictos entre gitanos y Guardia Civil. En noviembre de 1919, Lorca, acompañado de Manuel Ángeles Ortiz, presenció uno de estos enfrentamientos en el centro de la ciudad y quedó muy impresionado.
Los poemas protagonizados por gitanos y por la Guardia Civil de Poema del cante jondo y del Romancero le traerían después algunos problemas con la Benemérita, llegando incluso a ser denunciado años más tarde por un desconocido y teniendo que responder y explicar sus poemas ante un juez.
Asimismo, durante una visita a los pueblos de la Alpujarra en 1927 tuvo la oportunidad de comprobar la violencia ejercida por la Guardia Civil. En una carta a su hermano Francisco escribe: “El país está gobernando por la Guardia Civil. Un cabo de Carataunas a quien molestaban unos gitanos, para hacer que se fueran, los llamó al cuartel y con unas tenazas sacadas de la lumbre les arrancó un diente a cada uno diciendo: `Si mañana estáis aquí, caerá otro´. Naturalmente los pobres gitanos melados tuvieron que emigrar a otro sitio. Esta Pascua, en Cáñar, un gitanillo de 14 años robó cinco gallinas al alcalde. La Guardia Civil le ató a un madero a los brazos y los pasearon por todas las calles del pueblo dándoles fuertes correazos y obligándole a cantar en alta voz. Me lo contó un niño que vio pasar la comitiva desde la escuela. Su relato tenía un agrio realismo conmovedor. Todo esto de una crueldad insospechadas… y de un fuerte sabor fernandino”.
Ian Gibson sostiene que La casada infiel nació de una excursión emprendida por Lorca y un pintor apodado El Cojo Rosillo a Órgiva en el transcurso de la cual oyeron a un chiquillo cantar o recitar los tres versos iniciales: “Que yo me la llevé al río / creyendo que era mozuela / pero tenía marío”.
La estancia en la Residencia también se notará en la composición de los textos, sobre todo, en los tres últimos llamados Romances históricos. La época de composición coincide en su última parte con la amistad con Dalí. La opinión de este sobre los romances no fue, según sabemos por una carta, muy elogiosa, los veía tradicionales, aunque sí elogiaba su genio poético.
Muchos romances eran conocidos antes de su publicación, dado el carácter de juglar de Federico. Los recitó en la Residencia, en Barcelona (en el Ateneo, en 1925), en numerosas reuniones con amigos… y también publicó algunos en revistas (en la revista Litoral salieron a finales de noviembre de 1926 algunos romances que, debido a las erratas que contenían, provocaron el enfado de Federico y la devolución de otros tres manuscritos que había dado a Emilio Prados para su publicación y que este puso de nuevo en manos del poeta para que los corrigiera.
Un conocido crítico, Ricardo Baeza, lo invitaba en 1927 desde las páginas de El Sol, a propósito de la publicación de Canciones, a no demorar más la publicación de el Romancero, augurando que este libro supondrá su verdadera “entronización” como poeta. En general, se esperaba la salida del libro con impaciencia.
A partir de la publicación en 1928, e incluso antes, sintió la necesidad de defenderse del “gitanismo”. Argumentaba que no debía confundírsele con su personaje y que el libro solo era gitano en algún fragmento, que el libro era andaluz.
La publicación del libro en 1928 coincide con su estancia en la Residencia, en la escuela de verano para extranjeros. Ese mismo verano, en agosto, vuelve a Granada, a la Huerta de San Vicente. Allí le llegarán numerosas reseñas positivas del libro, pero Federico está ya inmerso en una crisis, se siente deprimido.
En 1929 vuelve a leer en el teatrillo del Hotel Alhambra Palace una selección de los poemas. Una vez en Nueva York, en la Revista de Estudios Históricos, León Felipe publica una reseña en el verano del 29. En la Alianza Hispano-Americana, en su revista Alhambra, Flores publicará en agosto dos versiones inglesas de los dos romances con un artículo sobre él y fotos.
También en Cuba era conocido como autor del Romancero gitano cuando llegó. En Argentina, Victoria Ocampo hará una edición en diciembre de 1933 al comprobar que el libro no se podía encontrar en las librerías que será un éxito.
Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.
Vuelan en la araña gris,
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.
¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza,
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
se quiebra su corazón
de azúcar y yerbaluisa.
¡Oh!, qué llanura empinada
con veinte soles arriba.
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.
Enlace al libro (edición de 1928 en Revista de Occidente) digitalizado por la Biblioteca Nacional.