Romero Murube, Joaquín

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Articulista, poeta, funcionario del Ayuntamiento de Sevilla, director (alcaide) de su Alcázar desde 1934 a 1969 y coetáneo de la Generación del 27 nacido en Los Palacios y Villafranca (Sevilla) el 18 de julio de 1904 y fallecido en la capital andaluza en 1969. Conoció a Federico García Lorca en el acto fundacional del grupo celebrado el 11 de diciembre de 1927 en Sevilla y participó en los festejos que siguieron en la Real Venta de Antequera y en la finca de Pino Montano, propiedad del torero Ignacio Sánchez Mejías. En 1935 fue el anfitrión de Lorca durante la visita a la Semana Santa y la Feria de Abril. Aunque tras la sublevación fue un activo colaborador del bando franquista, en 1937 publicó en una edición privada de 200 ejemplares Siete romances, que contiene la siguiente dedicatoria: “¡A ti, en Vízna [sic], cerca de la fuente grande, hecho ya tierra y rumor de agua eterna y oculta!”. Unos meses antes, Romero, comisionado por Queipo de Llano, a quien algunos investigadores atribuyen la orden de asesinar a Lorca, visitó el lugar del fusilamiento.

En 1935 fue el anfitrión de Lorca durante la visita a la Semana Santa y la Feria de Abril.

Fue redactor jefe de la revista sevillana Mediodía entre 1926 y 1929, periodo en que se vinculó a las vanguardias, en particular al ultraísmo, y reseñó el libro de Pedro Garfias El ala del sur. Como poeta se estrenó en 1924 con Prosarios, al que siguió Sombra apasionada (1929). La crítica ha visto en su obra las huellas de Gómez de la Serna, Valle-Inclán, Bergamín y Pedro Salinas. Tras la Guerra Civil publicó Canción del amante andaluz y Kasida del olvido (1945). Es autor de varios libros de ensayo como Dios en la ciudad (1934) o Discurso de la mentira (1941). Tras la proclamación de la República, el Alcázar de Sevilla pasó a depender del Ayuntamiento. En 1934 fue nombrado alcaide, puesto que ejerció durante 35 años hasta su muerte.

Joaquín Romero, Jorge Guillén, Federico García Lorca, José Antonio Rubio Sacristán y Pepín Bello en Sevilla en 1935.
Joaquín Romero, Jorge Guillén, Federico García Lorca, José Antonio Rubio Sacristán y Pepín Bello en Sevilla en 1935.

En 1927, en la finca de Pino Montano, en la fiesta que siguió al homenaje a Luis de Góngora, participó en una especie de justas poéticas que enfrentaron a los poetas locales con los venidos de fuera. Romero Murube actuó en el bando de los sevillanos junto a Luis Cernuda, Fernando Villalón, Adriano del Valle y Rafael Laffón. Federico García Lorca recitó una selección de sus romances gitanos. Una de aquellas noches organizaron, según Gerardo Diego, “la travesía heroica y nocturna del Betis desbordado”. Murube lo consignó en la dedicatoria de unos de sus libros: “A Federico… ¿Te acuerdas de la noche que atravesamos el Guadalquivir desbordado? ¡Qué miedo! ¡Cómo chillabas tú!”.

Romero Murube, como alcaide del Alcázar, invitó a Federico a conocer la Semana Santa de Sevilla y su Feria en 1935. Al encuentro se sumaron Pepín Bello, Jorge Guillén y José Antonio Rubio Sacristán. Murube instaló un piano de cola en un jardín junto al Alcázar donde Federico improvisó unas melodías. Fueron días de miel, amor y vino. Lorca, aficionado a las liturgias y pompas religiosas, disfrutó de la Semana Santa de Sevilla con recogimiento y lujuria. Invitado por el historiador Santiago Montoto, estuvo en la caseta de la Venta de los Gatos. Según recoge Gibson, de la estancia del poeta en Sevilla ha quedado el testimonio de una misteriosa aventura amorosa, una nota manuscrita del poeta con el siguiente mensaje: “He estado a buscarte, desasiéndome de mil personas. Esta noche te espero a la una y media en la Sacristía. Lleva a Antonio Torres Heredia o a Pepita o a la niña de los cuernos. Allí estaré. No faltes. Federico”. A la cita de Sevilla quien no faltó, según Romero, fue Rafael Rodríguez Rapún, su amante y secretario de La Barraca.

Según la versión de Murube, Queipo de Llano lo mandó en plena guerra a Granada a reconocer el lugar donde ejecutaron a Lorca.

La visita estrechó, en apariencia, el vínculo de Lorca y Murube. Tras la sublevación militar de 1936 Murube apoyó al bando de Queipo de Llano y colaboró con él en actividades de propaganda. Gonzalo Queipo de Llano, el militar que dirigió la represión en Andalucía y ordenó el asesinato sistemático de unos 45.000 republicanos, fue según Gibson quien dio la orden de matar a Lorca con la frase en clave “dadle café, mucho café” (CAFE era el acrónimo de Camaradas Arriba Falange Española) aunque no existe documento probatorio. Queipo también instó a la tropa a violar a las mujeres:  “Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen”. Según la versión de Murube, Queipo lo mandó en plena guerra a Granada a reconocer el lugar donde ejecutaron a Lorca.

Junto a Federico posan, a la derecha, Joaquín Romero, Manuel Chaves Nogales y Núñez de Heredia. A la izquierda, Jorge Guillén.
Junto a Federico posan, a la derecha, Joaquín Romero, Manuel Chaves Nogales y Núñez de Heredia. A la izquierda, Jorge Guillén.

En 1937 publicó el libro Siete Romances que supuestamente sugiere una condena del asesinato, sin mencionar a Lorca ni a sus ejecutores. Además de la dedicatoria, que parece aludir a Lorca, el libro contiene el Romance del crimen que algunos interpretan como una “importante y arriesgada denuncia del crimen de Lorca”: “Al acordeón del puerto / le han estrangulado el cante. // En Argel y Alejandría, / en Melburne y Buenos Aires. // Se han secado las espitas / en el cristal de los bares. // La policía ha prohibido / cierta música en los bailes. // Los niños llevan a casa / pistolas, bombones, guantes”. Sin embargo, el poema fue publicado muchos antes de 1936, en concreto el 14 de febrero de 1929 en la revista Mediodía como parte de una colaboración titulada Los Asesinos. Posteriormente, en la Antología poética del Alzamiento (1939), Murube publicó el poema No te olvides donde algunos ven una nueva alusión al asesinato de Lorca: “No te olvides, hermano, que ha existido un agosto/ en que hasta las adelfas se han tornado de sangre…”.

Otro de los poemas es el Romance del gobernador civil de Sevilla dedicado al parecer a José Cruz-Conde Fustegueras, militar y político cordobés que ocupó cargos relevantes en la Dictadura de Primo de Rivera. Aunque conspiró en la sublevación de 1936 no participó en ella y permaneció escondido en Madrid. El soneto contiene los siguientes versos: “-Yo soy el Gobernador / de Sevilla… ¿Quién se atreve? / Los generales me huyen. / El dictador me obedece. / Yo mando lo que me cuadre/ y en cordobés, aunque pese”. El soneto, más que una denuncia por un comportamiento reciente parece una crítica retrospectiva contra un militar que en 1936 optó por desaparecer.

Joaquín Romero, en la fuente de Mercurio de los Reales Alcázares de Sevilla.
Joaquín Romero, en la fuente de Mercurio de los Reales Alcázares de Sevilla.

El diario ABC relata de este modo tan melodramático la muerte de Romero el 15 de noviembre de 1969 a quien le habían diagnosticado antes un cáncer de colon: “Tras el encuentro nocturno [al que acudieron Jaime García Añoveros; Pablo Atienza, marqués de Salvatierra y el catedrático Manuel Olivencia], el matrimonio regresó al Alcázar al filo de la medianoche. Se acostaron y, en torno a la 1.30 de la madrugada, doña Soledad se percató que Joaquín respiraba muy fatigado. Estaba dormido e inconsciente. El sueño ya era eterno. Vino un médico a tratar de reanimarlo, pero había caído fulminante. Un puñetero infarto de miocardio terminó con el cantor más fino de Sevilla”.

 

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