Ruta lorquiana de Granada

Ruta para realizar a pie y/o con transporte público por Granada. Recorre algunos de los rincones más emblemáticos y bellos de la ciudad, que además tuvieron un vínculo con Federico García Lorca, por haber sido residencia del poeta, lugar de inspiración de su obra o de encuentro con otros personajes notables de la vida cultural de su época.

Datos de la ruta

Longitud del recorrido:
6 kilómetros
Duración estimada:
1 día (90 minutos caminando)
Modo de realizarla:
A pie y/o transporte público
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Lugares que componen la ruta

La casa de campo, hoy convertida en museo, donde la familia de Lorca disfrutó los veranos a partir de 1926. El lugar donde trabajó en obras como ‘Yerma’, ‘Bodas de sangre’ o ‘Romancero gitano’ y en el que pasó algunas de las mejores y peores horas de su madurez (rupturas amorosas, zozobra por las críticas) hasta la tragedia de 1936.

Institución cultural destinada a la investigación de la vida y la obra de Federico, así como a la difusión de su producción literaria. El magnífico edificio alberga todo tipo de manifestaciones artísticas contemporáneas. Cuenta con auditorio, salas de exposiciones y una biblioteca con una cámara acorazada que guarda el legado del poeta.

Chikito es uno de los restaurantes más castizos de Granada. Ocupa el solar del histórico Café Alameda, donde los más brillantes intelectuales y creadores de la ciudad establecieron la sede de la tertulia El Rinconcillo. Su época más gloriosa transcurrió entre 1915 y 1922, con Lorca, Falla, Lanz y de la Serna como integrantes.

El compositor Manuel de Falla residió en esta casa junto a la Alhambra, que Lorca visitó asiduamente, entre 1922 y 1939. En 1962 fue convertida en museo con una meticulosidad inaudita, respetando incluso las humedades y el desorden de los cajones: debía dar la impresión al visitante de que el maestro había salido y volvería en un rato.

Es el acceso principal a la Alcazaba de la Alhambra y su portentoso mirador ofrece unas impresionantes vistas del barrio del Albaicín. Fue escenario del Concurso de Cante Jondo de 1922, el histórico primer certamen nacional de flamenco organizado por el Centro Artístico de Granada y que tuvo a Lorca y Falla como impulsores.

El conjunto que forman la Iglesia de San Nicolás, el aljibe y la plaza con su espectacular mirador definen la relación de belleza y armonía del barrio del Albaicín, la Alhambra, el valle del Darro, la Granada antigua y el horizonte de la Vega. La contemplación de estas vistas inspiró a Lorca, que las disfrutó en sus paseos de juventud.

Federico García Lorca y su familia se mudaron desde la Vega a Granada en 1909. Cambiaron el «dulce chopo de oro» por «la ciudad de grises sin esqueleto» en la que todo «corre, juega y se escapa». En septiembre de 1908 Federico había superado el examen de ingreso de bachillerato en Almería y, a comienzos del año siguiente, se disponía a estudiar el primer curso. Pero un flemón y la melancolía de la distancia obligaron a sus padres a cambiar los planes: todos se mudarían a Granada, aunque no perderían el contacto con la Vega ya que las criadas, los muchísimos parientes y los largos veraneos garantizarían la concatenación entre ambas geografías.

La primera casa (una vivienda de varias alturas con jardín, fuente, ranas y gatos) recordaría el ámbito rural del cortijo de Valderrubio, aunque estuviera situada en pleno corazón de Granada: la Acera del Darro. Allí los hijos, como escribió Francisco García Lorca, comenzaron a urbanizar sus infancias campesinas. Fueron conquistando poco a poco espacios en aquella ciudad «quieta y fina, ceñida por sus sierras y definitivamente anclada», es decir, inmóvil, sin más salida exterior que «su alto puerto natural de estrellas», y transformándolos en vida o en literatura.

La economía léxica y un punto de pereza nos permitirían empezar y acabar  diciendo que Granada es el único lugar lorquiano: un lugar con muchas calles, cuestas, veredas, cafés, cármenes, huertas, plazas y casinos, poblados cada uno por muchas gentes y memorias distintas. Es decir, un lugar múltiple con derivaciones imposibles de contabilizar. Federico, en cada sitio al que iba, en cada puerta que empujaba, en cada tertulia que frecuentaba estaba fundando un «lugar lorquiano» seguramente digno de memoria.

Esta ruta recoge algunos espacios, los considerados más importantes, y alude brevemente a los que ya no existen. La localización de los espacios desaparecidos ayuda al paseante a hacerse una idea de las dimensiones de una ciudad que «amaba lo diminuto», incluidas sus proporciones. Y a imaginar cómo fue en su tiempo y la gravedad de la mutilación urbanística que ha sufrido en un siglo.

Con esta ruta el viajero curioso podrá recorrer las huertas luminosas donde Federico escribió y los oscuros pasillos donde se fraguó su asesinato; los cafés favoritos donde se encontró con aquella generación de creadores admirables; las casas de sus amigos; el conjunto de plazas y calles por donde paseó; la luz pura o velada que guió sus pasos y los fantasmas de los inmuebles destruidos que no se resignan a desaparecer y ululan por la noche en su memoria.